lunes, 3 de octubre de 2011

HERMANOS. (Andrew Miller) 1892





INTRODUCCION 





Es siempre un alivio para la mente, al estudiar la historia de la iglesia, poder seguir con alguna medida de certidumbre la hebra plateada de la gracia, y las operaciones del Espíritu de Dios en aquellos que han asumido una parte destacada en sus asuntos. Éste fue un privilegio infrecuente durante la larga noche de la Edad Media; pero con el alborear de la Reforma se pusieron más y más de manifiesto las operaciones del Espíritu Santo. Se hizo el llamamiento a la palabra de Dios como la única autoridad en cuestiones de fe y salvación, y la gran doctrina cristiana de la «Justificación por la sola fe» pasó a ser el fundamento y la piedra angular de la Reforma en el siglo dieciséis. Por medio de esta verdad quedó subvertido el poder del papado, y las naciones de Europa quedaron liberadas de su tiranía.



Debemos ahora pasar a observar una obra muy especial del Espíritu de Dios en la primera parte del siglo diecinueve, y en las Islas Británicas. Agradó a Dios, en las riquezas de Su gracia, para aquel tiempo, despertar en las mentes de muchos y en diferentes partes del país un profundo deseo del estudio de las sagradas Escrituras. Por este medio, muchos de Sus hijos fueron llevados a un nueva indagación de la «palabra profética más segura», y otros fueron llevados a la conciencia de la importancia y bienaventuranza de lo que Él había revelado en Su Palabra tocante a la iglesia, el cuerpo de Cristo. Esto era algo totalmente nuevo en aquel tiempo. Hablar de la iglesia como el cuerpo de Cristo, del que Él es la Cabeza glorificada en el cielo, y de que la iglesia era habitada y gobernada por el Espíritu Santo, eran verdades nuevas a oídos de la Cristiandad.

Cuando este libro fue escrito al principio, muchos de los que habían tomado este puesto de separación de los sistemas religiosos seguían aun vivos, de modo que el autor no necesitaba más que declarar el origen de esta comunidad, o compañía de cristianos, y dar un breve bosquejo de su desarrollo. Aquello que esta «comunidad» consideraba como verdadero y precioso puede ser juzgado por lo que ha aparecido impreso y que ha sido escrito por ellos mismos, y de esto podemos hablar libremente. Sus escritos, en forma de libros, tratados y publicaciones periódicas han sido extensamente difundidos por toda la Cristiandad, de modo que sus posturas se pueden conocer fácilmente. No citaremos las opiniones de sus adversarios como dando una estimación imparcial de su carácter, como tampoco aceptaríamos la opinión de un católico romano integrista acerca del carácter de Martín Lutero.



«LOS HERMANOS»
Durante el invierno de 1827-1828, cuatro hombres cristianos, que durante algún tiempo se habían sentido preocupados por la condición de toda la iglesia profesante existente, acordaron, después de muchas consultas y oración, reunirse el día del Señor para el partimiento del pan, como lo hacían los cristianos primitivos, contando con que el Señor estaría con ellos; estos fueron: el Sr. Darby, el Sr. (después Dr.) Cronin, el Sr. Bellett y el Sr. Hutchinson. Su primera reunión se celebró en la casa del Sr. Hutchinson, en el número 9 de Fitzwilliam Square, Dublín. Ellos, junto con otros que asistían a sus reuniones de lectura, habían estado estudiando las Escrituras y comparando lo que descubrían en la Palabra de Dios con el estado de cosas que les rodeaba, y no pudieron encontrar una expresión de la naturaleza y carácter de la iglesia de Dios ni en la oficial Iglesia Anglicana ni en las diversas formas de los cuerpos no conformistas. Esto los condujo al lugar de separación de todos estos sistemas eclesiásticos, y los llevó a reunirse en el nombre del Señor Jesús, reconociendo la presencia y acción soberana del Espíritu Santo en medio de ellos, mostrándose con ello solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz, cp. Mt. 18:20; Ef. 4:3, 4.


Las circunstancias que condujeron a estos hombres fervorosos a leer las Escrituras y a llegar a la decisión que se acaba de describir fueron evidentemente guiadas por el Señor. Uno de los cuatro, que era un clérigo del condado de Wicklow, había sufrido un accidente que le había dejado incapacitado de un pie, y había acudido a Dublín para recibir tratamiento. Antes de esto, sin embargo, había pasado por una gran lucha en su conciencia acerca de su puesto en la iglesia oficial [la iglesia anglicana], y había decidido abandonarla. Algunos de sus amigos en la ciudad, con similares preocupaciones, y sintiendo la ausencia de vida espiritual y de comunión cristiana en las denominaciones, estaban de verdad sedientos de algo que no se podía encontrar allí. Así, en aquel tiempo el Espíritu de Dios estaba obrando en muchas mentes, y de una manera especial. Había creado una necesidad sentida en los corazones que sólo la gracia y la verdad podían llegar a satisfacer. En este estado de mente acordaron estudiar la Palabra juntos, y buscar al Señor para luz y dirección respecto a su camino futuro.


Hacia el año 1826, un joven estudiante de medicina —posteriormente el doctor Cronin— había llegado a Dublín por motivos de salud, procedente del sur de Irlanda. Solicitó ser recibido a comunión como visitante, y fue bien recibido a las mesas de los Independientes; pero cuando supieron que se había establecido como residente, le privaron de esta libertad. Entonces le informaron de que no podía más ser admitido a la mesa de ninguna de las congregaciones sin la calidad de miembro especial a alguna de ellas. Este anuncio hizo un gran impacto en su mente, y sin duda alguna fue empleado por Dios para hacer volver su atención a la verdad del un cuerpo. Pensaba él: «Si todos los creyentes son miembros del cuerpo de Cristo, ¿qué puede significar esta extraña expresión, de calidad de miembro especial con los Independientes? Se detuvo, y tras muchas reflexiones y oración, rehusó someterse a este orden eclesiástico. Esto lo forzó fuera, y lo expuso a la acusación de irreligión yantinomianismo. Permaneció fuera durante varios meses, sintiendo profundamente su soledad y separación de muchos a los que amaba en el Señor. Fue una época de prueba a su manera, y podría haber resultado de gran perjuicio para su alma; pero el Señor lo dispuso para bendición. Para evitar aparentar impiedad, pasaba las mañanas del día del Señor encerrado en su casa. Estas ocasiones las encontró de gran bendición espiritual, y también de profundas reflexiones acerca de su dirección en el futuro. Así son los caminos del Señor con los instrumentos que Él está preparando para un futuro testimonio y servicio.
HERMANOS (Andrew Miller 1892)



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