martes, 29 de octubre de 2013

ACERQUEMONOS AL SEÑOR Andrew Murray


Andrew Murray

Fechas:
(1828-1917)

Datos Biográficos:
Nace el 9 de mayo de 1928 en Graaff-Reinet (El Cabo, Sudáfrica). Su padre era pastor vinculado a la Iglesia Presbiteriana de Escocia, que a la vez mantenía estrecha relación con la Iglesia Reformada de Holanda, que contribuyó a revitalizar con su ardoroso espíritu cristiano escocés. Este hombre singular dedicaba las veladas de los viernes a orar por un avivamiento espiritual en Sudáfrica. Se encerraba en su estudio y leía relatos de avivamientos acaecidos en Escocia y otros países. Con frecuencia leía a la familia historias relativas a avivamientos del Espíritu Santo. Sus oraciones y trabajos hallaron respuesta en 1861 cuando un poderoso movimiento espiritual conmovió su congregación. Mucho antes de que se aboliera la esclavitud, Andrew padre, apoyaba las reivindicaciones de los esclavos. En su propio hogar no permitía que una persona negra prestara ningún servicio sin darle primero a él o a ella la libertad y suministrarle un trato justo y buen nivel de vida. Estas iban a ser las dos magníficas incluencias que guiarían la vida y ministerio de Murray hijo: espiritualidad ardiente y acción social; a la que hay que sumarle una tercera: el interés misionero. Por su hogar habían desfilado hoy bien conocidos misioneros escoceses de entonces como Moffat y Livingstone.
M. fue enviado por sus padres a estudiar a su natal Escocia a estudiar en la Universidad de Aberdeen. También estudió en la Universidad de Utrecht (Holanda), donde, a los 16 años de edad, experimentó el nuevo nacimiento.
En 1848 fue ordenado al ministerio de la Iglesia Reformada de Holanda, cuando sólo contaba 20 años. Pastoreó diversas iglesias sudafricanas en Bloemfontein (1850-60), Worcester (1860-64), Cape Town (1864-71) y Wellington (1871-1906). Su ministerio fue tan bendecido espiritualmente que rápidamente ganó notoriedad y alcanzó puestos de responsabilidad y liderazgo. Durante 50 años dominó la vida de su Iglesia, haciendo de ella una iglesia misionera en Transvaal y Malawai, gracias a su pluma y sus mensajes. Tres de sus hijos se dedicaron a las misiones. En 1877 fundó el Instituto Misionero de Wellington. Apoyó a la Misión General de Sudáfrica.
Seis veces fue Moderador de la Asamblea General de su Iglesia.
Evangelista fervoroso no cesó toda su vida de alcanzar las poblaciones más olvidadas, como las tribus negras africanas del interior. En más de una ocasión arriesgó su vida para llevarles el mensaje cristiano.
En 1877 viajó por primera vez a Estados Unidos. Participó en muchas conferencias de santidad y uniones de oración en Europa y América.
Conservador en teología se opuso al liberalismo. Interesado en la educación teológica de los pastores fundó el Seminario Hugonote en 1874. Autor de más de 250 libros, enfatizó la consagración integral y absoluta a Dios, la oración y la santidad. Durante los últimos 28 años de su vida fue considerado el padre del movimiento Keswick de Sudáfrica. La huella mística de William Law (v.) se refleja en sus obras.
Aquejado de una infección en la garganta en 1879 perdió su voz durante casi dos años, de la que fue sanado en el hogar de los Bethsham en Londres. A raíz de esta experiencia creyó que según la Biblia los dones milagrosos del Espíritu no se limitaban únicamente a la Iglesia primitiva. Como otros maestros de santidad y vida victoriosa se refirió al bautismo del Espíritu Santo como una experiencia posterior a la regeneración. Para él, la forma como se es bautizado puede ser muy diferente: una renovación gozosa de la fe, una sensibilidad espiritual especial, una percepción profunda y callada de Dios o una intensa devoción al Señor.













En el libro mayor he procurado indicar hasta
qué punto el estado de los hebreos era precisamente
lo que encontramos en las iglesias de nuestros
días. Hay una falta de firmeza, de crecimiento
y de poder que resulta de no conocer bien a
Cristo. He procurado mostrar, tal como hace la
Epístola, que el verdadero conocimiento de las
maravillosas y benditas verdades de la divinidad
y humanidad de nuestro Señor, del hecho de que
sea nuestro Guía y Precursor en el camino de la
obediencia y la entrega perfecta a la voluntad de
Dios, y, sobre todo, su celestial sacerdocio en el
poder de una vida sin fin, y el que nos procure un
acceso perfectamente libre y una permanencia en
la presencia de Dios por medio de su sangre, da
una fuerza y una esperanza a nuestra fe, que nos
permite de modo efectivo que obtengamos la promesa
y vivamos como Dios quiere que lo hagamos.
Pero tengo la esperanza de que incluso este
librito pequeño puede estimular a algunos a buscar
y descubrir los tesoros que contiene la Epístola,
y ayudarles a entrar en la posesión personal de
esta salvación completa que este nuestro gran
Sumo Sacerdote nos ofrece y puede concedernos.
Es mi oración ferviente que la enseñanza del
Espíritu Santo de Dios sea la porción de todos
mis lectores.
ANDREW MURRAY
25 de septiembre de 1894.

HEBREOS 10:19-25
19 Así que, hermanos, teniendo entera libertad para entrar
en el Lugar Santisimo por la sangre de Jesucristo,
20 por el camino nuevo y vivo que él abrió para nosotros
a través del velo, esto es, de su carne,
21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,
22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre
de fe, teniendo los corazones purificados de
mala conciencia, y los cuerpos lavados con agua pura.
Mantengamos firmes, sin fluctuar, la profesión de nuestra
esperanza, , porque fiel es el que prometió.
24. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al
amor y a las buenas obras;
25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por
costumbre, sino exhortándonos; y tanto más cuanto
que veis que aquel día se acerca.


Las cuatro grandes bendiciones de la nueva
vida:

1. El Lugar Santísimo está abierto.

2. Confianza y libertad en la sangre.

3. Un camino nuevo y vivo.

4. El gran Sumo Sacerdote.

Las cuatro principales marcas del verdadero
creyente:

1. Un corazón sincero.

2. Plenitud de fe.

3. Un corazón purificado de mala conciencia.

4. El cuerpo lavado con agua pura.

Los cuatro grandes deberes a los cuales nos
llama el Santuario abierto:

1. Acerquémonos (en plenitud de fe).

2. Mantengamos firme la profesión de
nuestra esperanza.

3. Considerémonos unos a otros para estimularnos
al amor.

4. No olvidemos el congregarnos.

La entrada
en el Lugar Santísimo


1. ¿Cuál es ahora mayor a tu vista: tu pecado o la sangre de Jesús?
Sólo puede haber una respuesta. Luego, acércate, y entra en el
Lugar Santísimo. Hasta ahora tu pecado te ha impedido la entrada;
ahora, deja que la sangre te lleve cerca. Y la sangre te dará libertad y
el poder de permanecer.

2. «Una gota de esta sangre, saliendo del Lugar Santísimo del
alma, perfecciona la conciencia, deja que no haya más conciencia de
pecado y nos hace posible vivir en comunión con el Padre y el Hijo.
Un alma así, rociada con la sangre, puede gozar de los tesoros celestiales,
y realizar el servicio celestial del Dios vivo.»

3. Y esta sangre tiene un poder purificador celestial tal que puede
mantener al alma pura. «Si andamos en luz como El está en luz», si
vivimos en el Lugar Santísimo, a la luz de su rostro, «tenemos comunión
entre nosotros, y la sangre de Jesucristo su Hijo, nos limpia de
todo pecado», de modo que el pecado ya no puede tocarnos, por lo
que no perdemos la comunión con el Padre.

4. Puedes entender cuánto anhela el corazón del Padre el que sus
hijos se acerquen con libertad. Él dio la sangre de su Hijo para hacerlo
posible. Honremos a Dios, y honremos la sangre, entrando en el
Lugar Santísimo con la mayor libertad.

5. Cerca, tan cerca de Dios,
más cerca no puede ser,
pues en su Hijo Jesús
estoy tan cerca como Él.


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